Camino al pueblo

Tortilla francesa y chorizo de olla. Todo encerrado en pan al que previamente se le ha espachurrado un tomate. Ese bocata y mil pesetas era lo único que necesitábamos mi hermano y yo para cruzar las tierras de La Moraña abulense, camino al pueblo en aquellos larguísimos veranos escolares. El manjar sólo variaba ligeramente en función de la dirección del tren que nos llevaba, pues de ello dependía si lo elaboraba una madre o una abuela.

Poco a poco, los trenes regionales fueron desapareciendo y este método de transporte recibirá ahora la puntilla con el cierre de 48 líneas que planea el Ministerio de Fomento por su falta de “rentabilidad económica”. Atrás queda ya aquel abuelo esperando en un rústico andén, las estaciones con su nombre alicatado, los oxidados cambios de aguja y los pasos a nivel junto a la era. El mítico bocata queda relegado a las excursiones al campo, lejos de los vagones actuales, donde la vida se ve pasar a 300 kilómetros por hora y el único bocado para no quedar como un paleto es la barrita tostada untada con Capricho Andaluz, a precio de caviar.

Este Gobierno, y el anterior, y el otro, y el de más allá, han sacrificado la vertebración de España en favor de la elitización. Todo es Alta Velocidad para aquellos que pueden pagar hasta 10 o 20 veces más de lo que cuesta un billete regional. Capitales de provincia unidas de forma etnocéntrica con Madrid y, de la estación para afuera, todo son cascajales y caminuchos hacia los pueblos. No nos basta con quitarles los centros médicos, las urgencias y las escuelas. Ahora también les dejamos encerrados en sus yermos.

La alternativa, según el informe de Fomento, pasa, si acaso, por añadir algún autobús, el nuevo medio de transporte para el vulgo, más contaminante, más incómodo y, de largo, mucho más peligroso.  Así, además, el Gobierno podrá presumir de una de sus reformas más estúpida: la creación de la web bus.es. Una chapuza, precisamente, como un trolebús de grande y de la que el Ejecutivo tiene que estar muy orgulloso, como se deduce de las pegatinas que han hecho colocar en los flancos de los autocares de línea.

Se trata de una página farragosa en la que es necesario hacer más de  una decena de clics para llegar sólo a los horarios de los autobuses. Su mayor baza era la herramienta para descubrir el mejor trayecto en bus entre dos ciudades. Por ejemplo, para ir de Ferrol a Vigo recomendaba hacer trasbordo en Mérida, realizando 1546 kilómetros pero, eso sí, enriqueciendo al viajero con una trepidante experiencia vital.

El tren para los pueblerinos no es rentable y se cierra para ahorrar 80 millones. Sin embargo, Fomento se gastará 600 millones en rescatar las autopistas privadas que nadie quería de la época de Aznar porque están en quiebra. Una vez saneado el negocio, se volverá a privatizar. Así lo ha anunciado uno de los beneficiados, el presidente de OHL, Juan Miguel Villar Mir, famoso estos días -¡oh, sorpresa!- por ser señalado como uno de los donantes del PP.

Eso sí, Mariano aprieta pero no ahoga. Quizás previendo estos acontecimientos, la DGT llevan semanas dándonos la tabarra para que nos desplacemos andando, porque es todo ventajas: gastas menos, te baja el colesterol y conoces gente. La sana competencia lleva al actual Gobierno a superar los esperpentos del anterior y sus 110 km/h para salvar el medio ambiente.

Lo que se lleva ahora es la movilidad exterior. Para la interior, mejor gastar suela o volver a coger el burro, y así lo libramos de la extinción. A fin de cuentas, en el futuro cercano, los españolitos -tanto los de bien como los parias- sólo necesitaremos tres trayectos: a Suiza para blanquear, a Alemania para trabajar y a Londres para abortar. Todo lo demás es vicio.

Artículo publicado en ELPLURAL.COM

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